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LA HERMANDAD EN EL S. XIX

Los avatares y vaivenes políticos que se sucedieron durante todo el siglo XIX hicieron que muchas Hermandades vieran muy disminuidas sus actividades entrando en periodo de languidez. La nuestra, que ya padecía este mal, entra en una franca decadencia hasta su práctica inactividad, coincidiendo con el cierre al culto de la propia Iglesia de San Jacinto a principios del último tercio de este siglo.

Un dato a reseñar durante estos años es la unión (que no fusión) con la Hermandad de Santa María de la Candelaria y el Santo Patriarca San José. Esta Hermandad de Gloria con residencia en el Templo de San Jacinto y sin aprobación Real, se uniría a la nuestra para sobrevivir a la agonía de ambas.

Otro dato, al menos llamativo, es que la Hermandad de las Aguas siguió siendo llamada a los Cabildos de Toma de Horas a pesar de llevar casi un siglo sin procesionar.

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En 1876 se abre al culto el templo conventual de San Jacinto y la autoridad eclesiástica pone al frente del mismo al Capellán Eusebio Ortega y Maestre y a él hay reconocerle el impulso reorganizador de dos Hermandades trianeras: La Estrella y Las Aguas.

En 1890 un grupo de jóvenes que se reunían para rezar el Rosario y con inquietudes cofrades es captado por el Capellán conformando el germen reorganizador de la Hermandad de las Aguas un año más tarde.

El Domingo de Ramos 10 de Abril de 1892 la Hermandad de las Aguas cruza por primera vez el Puente de Triana para abrir los cortejos de la Semana Santa de Sevilla con un solo paso formado por el calvario que hoy conocemos sin la imagen de la Magdalena y con túnicas blanca, antifaz negro y cíngulo. Dos años después variará el color del antifaz al actual morado que hoy conocemos y se procurará, muy lentamente, un patrimonio bordado encargado al insigne Juan Manuel Rodríguez Ojeda.

Los ilusionantes primeros momentos vividos fueron dando paso a una inestable convivencia donde las luchas de poder solo pudieron verse superadas por el firme pulso sobre el timón de la Hermandad de Ramón Gil Trujillo “el Bizco de Triana”. Ya en 1897 es nombrado Mayordomo Perpetuo. Él, junto con otros hermanos, consiguió la normalización que la institución necesitaba para afrontar el siglo de oro de las Cofradías.

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